lunes, 8 de enero de 2018

Puerto



El chapoteo de la ola bate contra la roca cuando tras el salto las botas alcanzan el muelle. Lo percibe. Y entonces advierte la bofetada del agua a la piedra, lo que de tanto oír, día y noche, el crujir de la madera allá donde imparta el viento su lección de desconciertos, se olvida. La oscilación de la proa sobre el oleaje, el chasquido de las salpicaduras en los cristales de cabina, todo el repertorio sonoro del silencio. Cuando pisa la superficie que no tabalea siente el vértigo de la quietud. Escucha con recelo la ola que no le mece.