viernes, 26 de marzo de 2010

Love song

Tom Waits: Vocals
El engarce entre listones de la persiana bajada dibuja tumores amarillos sobre el mármol. El polvo de la taberna baila, como al son de una pianola, en el rayo que los provoca. Molly y Jimmy se sirven el licor en una taza de café cuyo borde mancha una aureola oscura. Por las ventanas abiertas se cuela la megafonía de la estación que hay enfrente, acaso escondiéndose de su propio destino. Como si fueran copas, desprecian el asa cuando alzan las tazas para brindar. Luego vuelven a llenarlas y miran hacia la cristalera donde, echado el toldo, se reflejan sus besos.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Fotografías póstumas

No sé si al antiguo propietario de esta colección de cámaras fotográficas —de variada época y condición— los familiares que la han vendido le reservaron una para dejársela entre las manos dentro del ataúd, por lo que pudiera pasar. En todo caso el dueño actual del lote lo expone en los Encantes con cuidado infrecuente: sobre una sábana blanca, extendidas y agrupadas por parecidos. Tampoco sé si estaría satisfecho con este mimo o inquieto, como el visitante que se sitúa delante del puesto y contempla el centenar de objetivos apuntándole, sin que nadie, sin embrago, intente inmortalizar ese instante mortal.

lunes, 22 de marzo de 2010

Μεταφορές

A: sé de tu afición a cambiar de casa constantemente. Llegas a un piso, sales al balcón, y cuando sientes que los libros reposan plácidamente sobre los anaqueles, te incorporas: ¡otra mudanza! Peor fue cuando decidiste cambiar de dirección electrónica. Eso sí que me tuvo al borde del histerismo. Cada diez minutos una nueva. Había que correr a responderte porque si me demoraba, el mensaje no te encontraría nunca. Menos mal que sosegaste aquel ímpetu y lo encaminaste hacia la realidad. Ahora, felizmente, veas lo que veas por la ventana, la pantalla del ordenador se abre en el mismo enlace.

sábado, 20 de marzo de 2010

Fábula de las férulas

La helada nocturna, tras la nevada de la víspera, deja un corsé bien prieto sobre las ramas de los árboles, la maleza y la agitación polvorienta de los caminos. El helor mismo de la madrugada cristaliza el hilillo de humo que se aventura en alguna chimenea. Donde alguien se empeñó en guardar el carro, se amonta nieve oscura en un rincón y las piedras del adoquinado brillan lascivas. El vaho ciega las ventanas que no han ocultado los postigos. Parece una realidad pensada a propósito para que nadie la habite, salvo ese gorrión que aletea de un tejadillo a otro.

jueves, 18 de marzo de 2010

Llegando al nuevo club

andrajo de ti mismo, con cincuenta
JUANA CASTRO

Los libros se apresuran a celebrarlo. En Novela once, obra dieciocho, Dag Solstad habla de su personaje: «Porque tenía que admitir el hecho de que pronto cumpliría cincuenta años y empezaría el declive». Vaya. Poco antes había escrito: «La cantidad de maldades que puede idear un empleado de unos cincuenta años... que se considera víctima de una jugarreta al no haber ascendido... es indescriptible». Menuda imagen. Pero en Fabian, de Erich Kästner, la cosa empeora: «Cornelia estaba en la cama con un hombre de cincuenta años, cerrando los ojos con resignación». ¿En qué diabólico y tan detestado club ingresaré mañana?

martes, 16 de marzo de 2010

Mar de invierno

Jadea cansado. Su lengua de agua hace lo posible por alcanzar los zapatos de quien lo contempla, para devolverle acaso la caricia sobre su gran lomo de solitario. No tiene amigos ni acepta tratos. Tantas cosas se cuentan sobre el mar que acaban enterrándose unas a otras; dejan a quien va a escribir áptero. Gruñe enfurecido, a veces. Su zarpa arrastra. Su mirada enfría las palabras de quien se dispone a describirlo. Huye siempre. Resulta difícil decir algo de él que no sea esto: Cuando uno se acerca a su orilla, sabe que va a llegar; luego, que ha llegado.

domingo, 14 de marzo de 2010

Solo Castigos



Al poco de publicarse, El lazarillo obtuvo un lugar destacado en el índice de libros prohibidos por la inquisición. Se entiende, rezumaba erasmismo por los cuatro costados. Pero el libro ya había estado en la calle y los lectores suelen ser más tercos que los inquisidores. A estos sólo se les ocurrió una solución: El lazarillo castigado, es decir, «emendado». El castigo siempre tiene esta dirección: enmendar lo incómodo. Comparte siempre la misma jerarquía del desprecio: el tribunal que abre y cierra decisiones. Persigue parejos fines: extirpar la realidad de la realidad. Ensimisma y ciega a quien lo impone, siempre.

viernes, 12 de marzo de 2010

SC

—¡Eh, tú!, ¿no sabes cómo se camina por un pasillo?
—¿Yo?
—Sí, tú, ¿nadie te ha enseñado que no se puede caminar tan lento? Muévete.
—Pero...
—¿No me has oído? Que te muevas. Que avances.
—Yo...
—No me contestes, ¿eh? Que te conozco bien. Me han dicho muchas cosas de ti. Ya veo que tenían razón en todo. Ni caminar por un pasillo sabes.
—Si yo...
—¡Te quieres callar, impertinente! Eres un impresentable. ¡Camina, he dicho!
—¡Ay!... Y no me insulte.
—¿Yo te he insultado? Encima mentiroso.
—¿Y si le dijera a usted lo que me ha dicho, qué pensaría?

miércoles, 10 de marzo de 2010

SC

—¿No saca buenas notas?
—¿Y qué importa eso? Se las bajaremos. Mucho. Podemos hacerlo.
—¿Valdrá la pena?
—Claro. Es un alumno que molesta. Siempre.
—¿Siempre?
—Pregunta. Constantemente.
—¿No se puede preguntar?
—También cuando está callado molesta.
—¿Si?
—Es un maleducado. Se cree que sabe más que el profesor. No respeta a nadie.
—Increíble.
—Peor que eso. ¿Cómo te lo diría? Pone en entredicho la autoridad. Nuestra autoridad de profesores. Es terrible.
—¿Y qué se puede hacer?
—Echarlo. Borrarlo de las listas. Acabar con él.
—¿Tanto?
—Es poco. Se ha equivocado de lugar.
—¿Por qué?
—Porque no es de los nuestros.

lunes, 8 de marzo de 2010

La neige tombe

Sobre la ciudad boquiabierta, la nieve extiende un sudario con el que juegan los muchachos al salir del instituto como si fueran niños. Todo lo iguala la nieve: tejados, árboles y colores. Su democracia blanda y fría no conoce excepciones, ni siquiera donde el paso de los vehículos abre roderas y la ensucia. Incansable va depositando su minucia, la única que deforma los trazados de la razón. Todo lo abraza la nieve, como ocurre en el sueño del adolescente que lanza bolas en la calle e ignora el asterisco que amenaza su cabeza porque no piensa en la lengua apropiada.

domingo, 7 de marzo de 2010

Sesión de tarde en el Lliure (díptico)

Cuando tenían veinte años, los poetas coetáneos de la mayor parte de espectadores de la sesión de tarde ensalzaron los referentes culturales como emblema del significado poético. Gimferrer (1945) publicó Arde el mar en 1966. Aunque el culturalismo hubiera nacido un siglo antes, en toda Europa esta generación lo abrazó como seña de identidad. Cincuenta años después —eso suele tardar una idea innovadora en divulgarse—, la sociedad se ha acostumbrado a pensar los significados simbólicos en clave histórica y cultural. De hecho, es lo que prefiere: basta ver la lista de novelas de la temporada. Vivimos una cultura culturalista.
(2)
De ahí, también, que en absoluto se haya equivocado el programador teatral al pensar que el público disfrutaría y entendería tan bien el intrincado diálogo entre Descartes y Pascal joven. Un Descartes que rebosa sentido común —incluso pragmatismo— y un Pascal obcecado por el fanatismo religioso. Un Descartes que siente el fétido aliento de la muerte acercarse, y lo acepta; un Pascal ebrio de retórica funeraria, que se revuelve en el ataúd de su propia vida. ¿Y quien nunca creyó que el mar ardiera...? Sucumbe ante la seducción de los nombres y sus símbolos; vive un culturalismo sin soñar alternativas.

viernes, 5 de marzo de 2010

Hilario J. Rodríguez presenta «Otro mundo»


Una veintena de sillas en un pasillo de la librería y quien no ha encontrado asiento, de pie. En pie también el novelista, ahora contándonos la vida de Elizabeth Bishop. Una vida que no guarda demasiado parecido con la biografía que estuve leyendo este verano, y sin embargo refleja en el rostro de los asistentes el mismo entusiasmo que provocan los poemas de la Bishop. Luego, el padre del novelista y sus libros. Y el libro aquel donde aparecía la fotografía del edificio hundido por una bomba en el que sólo se mantenían erguidas dos paredes: la biblioteca. La literatura.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Busque, busque

Aún perplejo por la colección de figuritas de elefante que he visto, al abandonar los Encantes me llama la atención un puesto con ajetreo. El vendedor ha volcado sobre el suelo todo cuanto tenía, formando una montonera de objetos variados en la que escarba frenéticamente una docena de ancianos. Una señora, de peluquería, pregunta: «¿No tendrá una llave de paso del gas?» «¡Cómo no! Busque, busque». «¿Y una lamparita de noche? —otra de abrigo bueno— que se me rompió la que tenía». «Lo que me sobran son lamparitas de noche. Busque, busque». Cómo aburren a nuestros mayores las normativas europeas.

lunes, 1 de marzo de 2010

«El ganso salvaje» de Ogai Mori (1862-1922), en Acantilado

Esta sutil historia oriental de amores asimétricos podría servir como paradigma a muchos pensadores occidentales del presente: el paso que la protagonista da hacia su subjetividad («decidió sepultar en su corazón toda la angustia») le proporcionará individualismo, ironía, indiferencia y desinhibición; atributos con los que la filosofía piensa al ser contemporáneo. Y proporciona una metáfora magnífica: el ganso salvaje que muere tras haber recibido una pedrada al azar, sin voluntad ni motivo. Escrita con múltiples puntos de vista, esta entrañable historia muestra cuánta casualidad, capricho e irracionalidad hay en el amor, empeñado siempre en encarar a quien no le mira.